Antes de que comiences a leer este artículo que estoy escribiendo, te voy a pedir que abras tu mente y que hagas un pequeño esfuerzo en leerlo hasta el final sin que los juicios intervengan, o por lo menos que si lo hacen tomes plena conciencia de ellos. Para nuestra mente, algo tan sencillo como lo que os voy a contar, puede convertirse en un verdadero reto para ser aceptado y es por esto que te pido que todo lo que leas a continuación lo experimentes en ti mismo durante unos días y que observes atentamente lo que sucede en tu cuerpo cuando lo haces. Si estás dispuesto a iniciarte en esta aventura, y estamos de acuerdo en que lo harás con la mente abierta, entonces es el momento de que continúes leyendo…
Desde que vinimos a este mundo, bajo nuestros pies se encuentra un regalo, el más increíble que has recibido y recibirás en tu vida. La tierra en si misma, contiene un poder sanador extraordinario que acelera la recuperación en general de nuestras dolencias y nos aporta una vitalidad única. Puede que sea la mejor medicina disponible a la que cualquiera de nosotros podemos acceder.
El contacto con la tierra con nuestros pies descalzos, nos conecta con la energía natural que emana de ella alimentando y equilibrando nuestro cuerpo hasta los niveles mas profundos, reduciendo la inflamación, el dolor, el estrés y la fatiga. Según los indios Sioux el suelo es calmante, fortalecedor, limpiador y curativo. Desde la antigüedad la naturaleza nos ha revelado a través de ritmos y patrones la forma de interconectarnos de forma consciente con la fuerza vital que emana de ella. Y es importante que reconozcamos que este conocimiento no es algo nuevo que recién estemos descubriendo, sino un conocimiento ancestral del que ya hacían uso nuestros antepasados para la sanación. Hace miles de años ya disponían de una clara comprensión de la carga negativa energética que emana de nuestro planeta.
En el 2008 la NASA nos informó de que el sol se conecta a la tierra a través de una red de portales electromagnéticos. Los círculos de piedra son uno de tantos lugares que han resistido el paso del tiempo y nos han dejado constancia de algo que yace dormido en lo mas profundo de nuestro inconsciente.
Todos, en algún momento del día, podemos entrar en esta conexión íntima y sanadora con la madre tierra, aunque vivamos en ciudades, en pisos o en apartamentos. Solo necesitamos un trocito de tierra, un árbol o un parque donde permanecer descalzos o tumbados durante 15 minutos al día. Esta actividad no requiere de ningún esfuerzo por nuestra parte y aportará un increíble beneficio a nuestra salud no solo física, sino mental y emocional. Os hablo de algo que como os dije al comienzo de este artículo es muy sencillo, pero que encierra una verdad increíblemente profunda.
Cuando nuestra piel entra en contacto directo con la tierra, se restaura la conexión eléctrica esencial que nos une a ella y que se ha perdido por la forma en la que vivimos ahora los seres humanos. Lo primero que sucede en este contacto es que se calma nuestro sistema nervioso, se ralentiza nuestro hemisferio izquierdo del cerebro y se sincronizan ambos hemisferios cerebrales.
Muchas personas que viven con dolor o inflamación crónicos, se debe en la mayoría de los casos a esta desconexión. También ya somos cada vez más conscientes de que el estrés y los trastornos emocionales van agotando poco a poco la vida. Cuando nos damos la oportunidad de experimentar de nuevo la forma en la que los humanos hemos caminado por miles de años, en la mayoría de las ocasiones muchos de esos dolores, inflamaciones o problemas emocionales con los que hemos vivido durante años desaparecen, recobramos nuestra salud y nos sentimos con un nivel de energía mucho mayor que de costumbre.
Algunos ejemplos de enfermedades en las que se ha demostrado una mejoría considerable con esta práctica serían los problemas cardiovasculares, la diabetes, la artritis, los problemas autoinmunes, el cáncer, la depresión y el autismo.
Entrar en contacto con la tierra sin ninguna interferencia, como puedan ser nuestros zapatos o nuestra ropa, nos devuelve casi instantáneamente la alegría reduciendo la inflamación y como consecuencia de ello liberándonos del sufrimiento.
Según un estudio llevado a cabo en niños que caminan descalzos, se demostró que experimentaban profundas reducciones de sus dificultades físicas y emocionales. Padres de niños autistas reportaron un cambio de comportamiento y mas facilidad de comunicación después de dos meses en contacto con la tierra.
Hay experimentos científicos que pueden medir la velocidad a la que viajan los glóbulos rojos después de apenas dos horas de andar descalzos en la tierra. La sangre se hace mas fluida lo que mejora de una forma muy llamativa el funcionamiento del corazón.
Andar descalzos nos permite unirnos de nuevo al ciclo de la vida y al poder sanador de la tierra, ya que estamos reseteando nuestro reloj biológico y poniéndolo en armonía con los ritmos cósmicos y universales que son la base de cualquier sistema de sanación. Tocar la tierra eleva nuestro sistema inmune y puede curarnos de la depresión.
Quizás te venga a la memoria lo que te gustaba estar descalzo cuando eras pequeño y como tus padres te decían una y otra vez que te pusieras los zapatos porque te ibas a resfriar. Desde hace mas de 50 años los zapatos se fabrican con materiales sintéticos como el plástico, los suelos son de cemento y materiales desnaturalizados y nos pasamos el día cerca de fuentes o campos electromagnéticos que nos hacen perder toda nuestra energía.
Si quieres realmente entender de lo que estoy hablando quítate ahora mismo los zapatos y comienza a recuperar lo que es tu derecho de nacimiento. Los niños lo saben y lo hacen de forma instintiva. Yo, como adulta también lo sé porque toda mi vida me he quitado los zapatos en cuanto he llegado a casa y he andado descalza incluso en invierno con unos buenos calcetines de algodón. En cuanto pongas las plantas de tus pies en contacto con el suelo, millones de electrones serán absorbidos por tus pies como si de una esponja se tratase y comenzarán a moverse por todo tu cuerpo.
El corazón, el cerebro y el sistema inmune son un claro ejemplo de sistemas eléctricos. El movimiento diario químico y hormonal en nuestros cuerpos se mantienen gracias a las señales generadas por los electrones que emanan de la tierra. El cuerpo humano es un gran receptor de estas señales que marcan los ciclos de luz/oscuridad o los ciclos circadianos.
Andar descalzo es algo tan indispensable para nuestra salud como lo es el aire o la luz del sol. Cuando te desprendas de todos los miedos y juicios que te impiden llevar a cabo el simple acto de quitarte los zapatos comprenderás lo que te digo.
Si sales un momento de este apartado de mi blog y vas al comienzo, a la página principal de mi web, verás la foto que he elegido para daros la bienvenida. Durante años he subido una y otra vez descalza las empinadas escaleras que te llevan al chacra corazón de la tierra, ubicado en la localidad de Glastonbury en Reino Unido. Los lugares sagrados ancestrales fueron construidos con el mismo propósito que nos ocupa, la sanación de todos los aspectos que nos conforman como seres humanos cuando hemos perdido el equilibrio natural de nuestra salud mental y física. He caminado descalza por los lugares mas sagrados de la tierra, ya fuera invierno, verano, lloviera o nevara y puedo deciros desde la experiencia directa que es una de las cosas más hermosas que he hecho en mi vida. Los pueblos antiguos sabían de la importancia de esta conexión con la gran madre y en la puerta de muchos templos nos dejaron recordatorios, inscripciones que rezaban: “Descálzate, te encuentras en un lugar sagrado”.
Caminé descalza el laberinto de la catedral de Chartres, los más recónditos círculos de piedra, el santuario de Santa Brígida en Irlanda, los campos del mas antiguo santuario de Grecia “Dodona” y en todos ellos sentí ese increíble flujo de energía que emana de la tierra y que tanto bien nos aporta. Como curiosidad contaros que el oráculo de Dodona durante siglos estuvo custodiado por una casta sacerdotal conocida como “Los Seloi”, los cuales obtenían las respuestas del Dios Zeus a través de las potentes energías telúricas que manaban del antiguo roble sagrado, símbolo de este lugar. Para ello tenían la obligación de dormir en contacto con la tierra a la sombra del roble y siempre debían andar descalzos, lo que les garantizaba una conexión directa con la sabiduría del oráculo. Así Homero en su Ilíada se refiere a ellos como “los sacerdotes de Zeus Dodoneo, aquellos que siempre tienen los pies sucios”.
Es muy probable que después de un tiempo caminando descalzos podáis sentir un ligero hormigueo, señal de que la circulación se está activando y de que el cuerpo se está igualando a la energía natural de la tierra. Cuando el sistema nervioso se relaje completamente después de un tiempo de práctica, el hormigueo desaparecerá por completo. También notaréis que vuestro sueño se hace más y más profundo, y que os recuperáis mucho antes de los esfuerzos físicos. Si no tenéis problemas físicos importantes, caminar descalzos es la mejor vía de prevención que conozco junto con la reflexología podal. En la reflexología el medio a través del cual conectamos con este flujo energético son las manos de nuestro reflexólogo.
Puede que al comienzo de tus nuevos hábitos experimentes una pequeña crisis curativa debido a que el cuerpo comienza a desintoxicarse, por lo que es importante que durante ese tiempo bebas mas agua de la habitual para ayudar en la limpieza que se está llevando a cabo.
Como habéis podido comprobar existen soluciones a los problemas físicos, mentales y emocionales que están tan presentes en nuestra sociedad actual y esas soluciones en la mayoría de los casos provienen de la naturaleza, aunque desgraciadamente los seres humanos hemos olvidado esta gran verdad y nos entregamos a todo tipo de prácticas medicinales que lejos de devolvernos nuestro equilibrio nos alejan más y más de él.
Me gustaría añadir que si después de que te habitues a esta nueva forma de vida, quieres ir un poco mas lejos en tu conexión con la tierra, te des la oportunidad de desnudarte completamente y tumbarte en el suelo, en cualquier lugar que te sientas cómodo y con la intimidad que necesites. Túmbate en el suelo siempre que tengas ocasión, toca con tus manos la tierra y cuando estés en la playa vuélvete de nuevo un niño y déjate enterrar bajo la arena, dejando solo tu cabeza fuera de la tierra.
“Recuperemos la sabiduría que aún permanece en nuestro cuerpo y nuestro ADN y recuperaremos nuestra salud y equilibrio y en definitiva nuestra propia vida.”
Elena Marín
Reflexóloga Consciente