Hubo un tiempo
Algunas veces la vida me lleva violentamente de regreso a mi infancia y a los recuerdos más dolorosos que yacen escondidos en lo profundo de mi inconsciente.
Recuerdos que creía tener superados, aceptados, integrados…
Y cuando ese momento llega, mi primera reacción es evitarlo, poner todos los medios a mi alcance para no sentir el dolor, la tristeza, la impotencia, la decepción.
Mi primer impulso es correr en la dirección contraria, intentando que vuelvan al lugar de donde nunca debieron salir.
Hubo un tiempo en el que me sumía por completo en mi cuerpo emocional , en el que perdemos la noción del espacio y del tiempo. Hubo un tiempo en el que mi mente tomaba las riendas (aparentemente) de esos estados emocionales y me convencía de que se había hecho cargo de ellos y que no volverían a molestarme. Pero con los años comprendí que mi mente solo jugaba a hacerme sentir que yo poseía el control de mi vida y que nada podía alterar la paz artificial que ella me proporcionaba.
Luego llegaba suavemente la ansiedad y se instalaba en mi cuerpo, haciéndose cada vez mas fuerte debido a mi evitación, fortaleciéndose por mi negación de la realidad.
Sí, hubo un tiempo…pero ese tiempo ha quedado revelado por la conciencia que me habita. Nada ha cambiado en realidad, los recuerdos son los mismos, el dolor es el mismo, pero la conciencia ahora está presente.
Y es así como, a pesar de que la caja de pandora se abra, yo busco un asiento cómodo para entrar de lleno en todo aquello que me está siendo revelado.
¡Insisto!. sigue habiendo dolor, pero el dolor enfocado ante una potente luz, se convierte en aprendizaje, en Amor sin condiciones, en respeto, y finalmente en madurez.
Algunas cosas deben ser vistas y miradas de frente para que puedan iniciar su camino de integración y de disolución. Nuestras vivencias mas tristes , deben ser acogidas, abrazadas, iluminadas.
No se trata de lo que vivo, sino de mi. No se trata de los demás, sino de mí. No hay nada fuera, solo hay Yo.
Finalmente después de mucho pelear con aquello que creo que soy, empieza a revelarse un tenue sendero, casi imperceptible. Pero me resulta tan familiar que me aventuro y comienzo a seguir el camino descalza, confiada y atenta.
Cuando la atención se hace mas poderosa que el miedo, comienzo a darme cuenta, y ese darme cuenta viene acompañado de sensaciones corporales incómodas, a veces acompañadas de lágrimas, otras veces repletas de ira. No me gusta lo que siento, pero aún así lo acojo, lo permito y lo observo. Las emociones comienzan a abrirse paso a paso, moviéndose por todo mi cuerpo, cansadas, exhaustas de haber permanecido por tanto tiempo inmóviles, olvidadas, reprimidas… Y cuando lo hacen comienzo a sentirme mejor en este cuerpo que habito, en este personaje llamado Elena, en esta vida elegida que intuyo pero no recuerdo.
A veces incluso sonrío, recordando lo duro que me parecía este proceso en un tiempo que ya dejó de existir. Y otras veces solo me quedo tranquila, aceptando el mensaje que esta vez me trajo la vida y que por suerte pude descifrar. A veces permanece la tristeza por un tiempo, una tristeza dulce, bienvenida, una tristeza sostenida por la paz que tanto anhelo. La paz del hogar, del fuego encendido, de la calidez del refugio que siempre se encuentra aquí, y que a veces olvido.